ELSIE DE WOLFE

ELSIE DE WOLFE

ELSIE DE WOLFE, HISTORIA DE LA PRIMERA DECORADORA DE INTERIORES DEL MUNDO

«Creo en el optimismo y en la pintura blanca, en las sillas cómodas con lámparas al lado, en el fuego encendido en la chimenea y en las flores allá donde pertenezcan, en los espejos y en la luz del sol en todas las habitaciones».

Si la frase con la que abrimos este reportaje la hubiera dicho una persona cualquiera en los últimos veinte años… nunca habría pasado a la Historia. Sin embargo, fue pronunciada por Elsie Wolfe, neoyorquina, una de las mujeres más fabulosas del pasado siglo, y lo hizo cuando el sofocante y recargado estilo de la época Victoriana daba poco margen a eso de dejar al sol pasearse por las habitaciones, y mucho menos a una pared convertirse en algo simple, liso, pintado en blanco.

Fue Elsie de Wolf, una chica de buena familia sobriamente educada incluso con numerosos viajes a Londres y París, quien rompió con la tradición de la época. Y lo hizo, agárrense, junto a su novia, otra poderosa mujer llamada Elizabeth Marbury, agente teatral -profesión que también inventó ella- que contaba entre sus representados con Oscar Wilde y George Bernard Shaw.

Cuando ambas se fueron a vivir, en 1892, a un apartamento en la calle Irving Place de Nueva York, De Wolf, que por entonces intentaba labrarse una carrera de actriz, empezó a ensayar el estilo decorativo que luego la convertiría en la madre del diseño de interiores.

Entró en el apartamento y empezó a eliminar cosas, quizá inventando también esa máxima que tanto seguimos en el siglo XXI de que, en ocasiones, menos es más. Así que arrancó paneles de oscura madera, quitó los papeles pintados de la pared y, eureka, los sustituyó por paredes lisas pintadas en colores claros. Mandó a paseo las pesadas cortinas de terciopelo, se deshizo de alfombras y moquetas y, resumiendo, sustituyó todo lo abigarrado por piezas mucho más sutiles y finas.

Aquella casa se convirtió en punto de referencia de la alta sociedad de la época y claro, Elsie comenzó a decorar, a su estilo, las casas de mucha de la gente más rica de Estados Unidos. Su momento álgido, el que definitivamente la alejó de los escenarios y la convirtió en la primera y quizá más célebre de las decoradoras de interiores de la Historia, llegó cuando le encargaron decorar el Colony Club, primer club de chicas de la ciudad.

A pesar de que muchas mujeres -estamos a principios del siglo XX, recuerden antes de juzgar 😉- desconfiaban de que otra mujer pudiese decorar un espacio tan grande como el Colony Club, que tuvo piscina, baño turco, biblioteca, e incluso habitaciones para las socias más ilustres, el arquitecto que había construido el edificio la defendió y apostó por ella: “Dejad a la chica tranquila. Ella sabe más que todos nosotros”

Cuando por fin se estrenó, y estamos hablando de 1905, cuando Elsie tenía apenas 30 años
-murió en Francia a los 90, después de vivir las grandes guerras mundiales del siglo-, el Colony y su luminosa decoración fueron la comidilla de toda la sociedad durante semanas.

DE Wolfe había puesto su imaginación a funcionar y la tradición patas arriba. Usó metros y metros de tejidos de algodón con estampados de flores pequeñas, llamados “chintz”. Y también colores suaves y los famosos estampados “toile de jouy”. La sala de té principal, que luego fue copiada hasta la saciedad por hoteles, restaurantes y casas de gente “bien”, fue la que más éxito le reportó: estaba creado para que pareciese un pabellón en un jardín, con imágenes de trampantojo, con una fuente en el centro, mimbre para las sillas y verdes celosías para las paredes. Algo insólito e impensable en aquella época.

De ahí, ya convertida en reina del diseño, Marbury y ella saltaron a Europa, donde se compraron la Villa Trianon en Versalles, París, nada menos que la residencia que Luis XV ideó como un descanso del propio palacio y que estaba en muy mal estado.

Renovarla y decorarla fue a lo que más tiempo dedicó en su vida de ahí en adelante. De hecho, fue una de las razones de su ruptura. Mientras Marbury se quedó en Nueva York y se convirtió en agente activa del partido Demócrata, Elsie empezó a pasar más tiempo en Francia, dando fiestas de alto copete con invitadas como Coco Chanel o los duques de Windsor.

De forma inesperada, en 1826 se casó, a los 60 años, con Charles Mendl, un diplomático británico que frecuentaba su Villa Trianon, en Versalles. No parece que fuera tanto el amor como la razón lo que les unió. Se cuenta en su biografía que “él era encantador, y ella rica, compartían el mismo entusiasmo por la gente, las fiestas y el arte del bien vivir”.

Después de la Segunda Guerra Mundial, y tras refugiarse con su marido en Estados Unidos y construir un nuevo hogar llamado “After All (después de todo)”, en 1947 cumplió su sueño: volver a Parías, a Villa Trianon, que había sido dañada por las fuerzas alemanas que la habían ocupado. Después de restaurarla, acabó muriendo allí, a los 91 años.

Hemos querido hacer este repaso por la vida de esta fabulosa mujer para poner en valor la importancia de las pioneras, aquellas que abrieron camino para que otras, hoy, tengan más fácil poner su talento al servicio del mundo, sin importar su sexo, mirando solo su talento.

Es lo que ocurre, por ejemplo, en Lumasa Proyectos, gobernado por expertas mujeres en el diseño de interiores en Madrid, que, de alguna manera, siguen, y honran con su profesionalidad y compromiso, el camino abierto por mujeres como Elsie de Wolfe.

Una historia inspiradora, sin duda.

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